También existe en la mitología aragonesa bajo el nombre d
Mari, personificación de la madre tierra, es reina de la naturaleza y de todos los elementos que la componen. Generalmente se presenta con cuerpo y rostro de mujer, elegantemente vestida (generalmente de verde), pudiendo aparecer también en forma híbrida de árbol y de mujer con patas de cabra y garras de ave rapaz, o como una mujer de fuego, un arco iris inflamado o un caballo que arrastra las nubes. En su forma de mujer aparece con abundante cabellera rubia que peina, al sol, con un peine de oro.
Su consorte es Maju o Sugaar, sus asistentes las sorginas, y tiene dos hijos: Mikelatz (o Mikelats, el hijo perverso) y Atarrabi (o Atagorri, el hijo bondadoso), que están siempre enfrentados, una representación paleocristiana del bien y del mal (Bat-arra-bi es la versión sugerida por Jorge Oteiza, en El libro blanco del preindoeuropeo, para solucionar el sonema que falta en la etimología que propone).
Habita en cuevas en diferentes montes, aunque su morada principal se sitúa en la cueva ubicada en la impresionante pared vertical este del Amboto, justo bajo la cumbre. En estas cuevas recibe a sus fieles, los cuales deben guardar un estricto protocolo:
- Se le debe tutear (hablándole en hika).
- Hay que salir de la cueva de la misma forma que se entró.
- No hay que sentarse nunca, incluso recibiendo la invitación de hacerlo, mientras se habla con ella.
Con los hombres se comporta de forma tiránica, o todo lo contrario, los llega a enamorar mostrándose como una mujer dócil y trabajadora, pero siempre con fin de impartir justicia por medio de la regla del no: si mientes, negando que posees algo que sí es tuyo, Mari te lo quita. Así, efectivamente, ya no lo tienes, y se produce la justicia. Presagia las tormentas y determina el clima. Además se la conoce por su capacidad para volar. Cuando está en su morada de Amboto, la cumbre está entre nubes; esto es la manifestación de su presencia.
Aunque todas estas leyendas en que se basa la tradición de Mari son posteriores al cristianismo, Mari se asemeja más a Gea, ya que vive en las cuevas, y a todas las diosas de la fertilidad y del amor, por el mismo motivo, y porque proporciona frutos y regalos.
Sin embargo no todos los investigadores están de acuerdo con esta identificación. Para la antropóloga Anuntzi Arana, Mari tiene más similitudes con los dioses supremos celestes Zeus o Júpiter, ya que, al igual que éstos, gobierna los fenómenos meteorológicos e imparte justicia.
e Mariuena.
Mari se bebe la vida de los hombres y los hace infelices. En la tradición aragonesa Mari es, sin embargo un ser benéfico que ayuda a los humanos. Son muchas las leyendas, tantas como pueblos, que existen sobre Mari. En cada sitio existe una historia, una leyenda, que habla de su origen (en muchos casos con elementos posteriores al cristianismo, como el demonio, el bautizo, etc.).El clima según en qué morada esté
Aunque su morada principal está en Anboto, las cumbres del Oiz y del Aketegi (es conocida también como la «Dama de Aketegi» o «Aketegiko Dama») son también de importancia para ella, junto con otras como el Murumendi o el Txindoki. Dicen que cada siete años cambia de morada, y en ese cambio se le puede ver surcar los cielos en un carro de fuego; dependiendo de la cumbre que habite, así será el tiempo que haga, lluvioso o seco. Otra característica es su larga cabellera rubia y la costumbre de peinarla al sol con un peine de oro a la entrada de su cueva.
Una de las leyendas más importantes es la que nos cuenta por qué Mari habita y es vista en todos los montes vascos. Mari es la encargada de llevar el buen y el mal tiempo de un lado a otro en el País Vasco, y se dice que cuando Mari está en Amboto llueve, cuando está en Aloña hay sequía y cuando está en la cueva de Supelegor (macizo de Itxina en el Gorbea, en Orozco) las cosechas son abundantes.
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